“¡Qué dichosa! Porque siendo mujer, podés expresar tus emociones.”
En algún lugar leí que Simone de Beauvoir escribió: “No se nace Mujer: llega una a serlo”. Y cuando planteás esto hasta en espacios habitados solamente por mujeres, aparece en algunos momentos la controversia. Principalmente porque la discusión se circunscribe a la parte fisiológica dejando de lado la participación socio cultural. ¿Cuáles emociones te genera leer esta expresión escrita? Esta es la primera entrega de “Qué dichosa que eres mujer…”
Y hablando precisamente de las emociones, como respuestas adaptativas que son, ellas nos acompañan en todo momento de nuestros días y de forma diferente. No son las mismas emociones que experimentás cuando abrís los ojos el lunes, que el viernes o domingo. Ni tampoco son las mismas durante el transcurso del día.
Contamos con un radar interno, tanto mental como emocional, para poder evaluar cada experiencia que experimentamos. Eso nos indica entonces que las emociones no solamente cumplen con una función adaptativa, sino evaluativa. Y podemos sumarle que también comunican y se reflejan en nuestro rostro y tono de voz, por lo que las emociones se reflejan en nuestro cuerpo. Ese es el lienzo en el que se plasman cada una de ellas y guarda una memoria emocional que se desencadena cada vez que experimentamos alguna situación similar, igual o que simplemente nuestro cerebro asocia con otra experiencia.
Particularmente no somos conscientes de todos los cambios y la participación de diferentes partes de nuestro organismo que intervienen cuando experimentamos una emoción. Y es que hasta cuando estamos durmiendo estamos experimentado emociones. Este carrusel emocional no se detiene en ningún momento del día e involucra muchas áreas de nuestro cerebro, al igual que el sistema cardiaco y digestivo, donde se producen diferentes neurotransmisores como la serotonina.
Por ello digo que nuestro cuerpo es el lienzo en el que se trazan las pinceladas de la alegría, la tristeza, la satisfacción, el enojo, la incertidumbre… Cada día nuestros estados emocionales varían constantemente y no somos conscientes del impacto que esto tiene en nuestra cotidianidad, porque no contamos con las herramientas suficientes para hacernos conscientes de ello.
Adicionado a esto, es importante reflexionar sobre las expresiones emocionales en nuestros entornos. Porque cada país, cada familia, es un mundo y establece sus propios cánones que nos guían por la vida, diciéndonos que tenemos que aprender a controlar nuestras emociones. Y curiosamente, en este doble discurso para con las mujeres donde se nos indica que contamos con la posibilidad de expresar nuestras emociones “por la gran virtud de ser mujeres”, se nos dice al mismo tiempo que ojo: no tenemos la suficiente libertad para expresar el enojo, porque eso está muy mal visto, y se le concede socialmente a otro sector de la población contar con esa libertad.
Esto nos lleva inmediatamente a pensar en que si tenemos que controlar las emociones (léase, reprimirlas socialmente) lo que hacemos es negarlas, y se suprimen de nuestra libertad de expresión. Pero se inscriben y se marcan con más fuerza las pinceladas en el lienzo de nuestros cuerpos.
Y se vive internamente e inconscientemente una disputa entre cuán racional me muestro para que no se me tilde de mujer emocional, porque en una sociedad donde tenemos la obligatoriedad de luchar por un lugar que fácilmente no se nos otorga históricamente, no podemos darnos el permiso de mostrar nuestras emociones y tiene que ganar la razón por sobre toda expresión emocional. Y esto definitivamente cobró, cobra y seguirá cobrándonos un precio muy alto a nivel de salud y de autocuidado.
La historia nos indica que el sometimiento de las emociones a la razón abrió parte del camino del patriarcado y las consecuencias que seguimos afrontando día con día, como la violencia hacia niñas y niños, violencia de género, guerras sin sentido, comportamientos impulsivos a fin de llenar vacíos existenciales. Todo esto es una tónica hasta que decidamos hacer una sinergia de la plataforma emocional de los seres humanos, y en este caso de las mujeres en particular, con su parte emocional, y permitirnos ser y mostrarnos como seres completas.
Ah, y, por cierto, no: no somos dichosas porque podamos expresar nuestras emociones. Este es un discurso sin posibilidades reales de sostenerse. Porque la historia nos dice que también se nos ha quitado esa libertad, hasta que la hacemos consciente y decidimos de forma responsable hacernos cargo de nuestra salud emocional como parte integral de nuestra salud en general.
Este articulo ha sido desarrollado en alianza con HOLA EMOCIONES: desde Hola Emociones, Zamaris Jaén, Psicóloga Master en Educación Emocional y Bienestar de la Universidad de Barcelona, trabaja en la importancia de las emociones para el bienestar de las personas, generando espacios para conversar y aprender a identificarlas y gestionarlas de la manera más constructiva y saludable.
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